Todo Alexia (Pack: Los secretos de Alexia | Las dudas de Alexia | La elección de Alexia) by Susana Rubio

Todo Alexia (Pack: Los secretos de Alexia | Las dudas de Alexia | La elección de Alexia) by Susana Rubio

autor:Susana Rubio
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-84-17776-40-3
editor: 2019
publicado: 2019-09-20T00:00:00+00:00


29

Abrí los ojos y sentí que me dolían los párpados. Dios..., y mi cabeza iba a estallar. Puta resaca.

Noté la almohada mojada bajo mi mejilla, me había pasado la noche llorando en sueños, pero las lágrimas habían sido reales.

Intenté saber sin moverme si Thiago estaba en la cama. Si lo estaba, se había separado de mí lo suficiente como para que no lo notara. Joder, seguro que no lo había dejado dormir nada y había acabado marchándose de mi lado.

Cerré los ojos. Tenía ganas de llorar, pero me las aguanté. Me dolían los ojos y la cabeza, me notaba la piel reseca y me imaginaba que el rímel estaría esparcido por mi cara. Tenía que levantarme y asearme antes de que Thiago me viera, pero me quedé paralizada al sentir que entraba en la cama y me abrazaba con ternura.

Acopló su cuerpo al mío y me colocó bien los mechones de pelo para que no me molestaran. Cerré los ojos y me dormí con una placidez increíble.

—¡Eres un cabrón!

¿Estaba Nacho en mi cabeza?

—Nacho, a ver...

—¿Qué tengo que ver? Déjame hablar con ella.

Dios..., ¿qué cojones estaba soñando?

—Nacho, Alexia no se encontraba bien y la traje a casa.

—Thiago, he hablado con Gala esta mañana. Lo sé todo.

—Lo sabes todo —repitió Thiago.

Me levanté de la cama y me metí en el baño. Me lavé la cara y me miré en el espejo. Madre mía, qué pintas. Salí de puntillas de la habitación y oí que Nacho seguía despotricando contra su amigo. Todavía no entendía qué hacía Nacho en casa de Thiago. ¿No se suponía que estaba en Cádiz?

—Siempre lo habíamos dicho, no íbamos a meternos en la relación de un colega. Y tú...

—Joder, Nacho, eres tú el que no sabe mantener la polla en sus calzoncillos.

—¿Y tú? ¿Y con mi chica?

—Creo que deberías hablar con ella, pero no ahora. Está durmiendo y ha pasado mala noche.

—Qué bonito, me estás poniendo tierno. Sois los dos unos cabrones.

—Nacho, fuiste tú quien se lio con Gala, no jodas.

—¿Cómo?

—A mí me lo explicó Débora, pero a Alexia fue la misma Gala quien le enseñó tus mensajes.

—¿Qué mensajes?

Se hizo un silencio tenso y yo dejé de respirar esperando que reconociera su desliz.

—Los que le mandaste a Gala después de tirártela. ¿Tengo que explicártelo todo? Hostia, Nacho, no seas tan cabrón. Le has puesto los cuernos, a mí no hace falta que me mientas.

—Pero ¿qué coño estás diciendo? Yo no me he tirado a Gala, joder. ¿Eso ha dicho ella? La madre que la parió...

¿Cómo? Me agarré al marco de la puerta con fuerza. No podía ser que Gala me la hubiera metido doblada... Bajé las escaleras a toda leche, sin darme cuenta de que iba con una simple camiseta y sin nada más.

—Joder, Nacho, el día antes de marcharte estuviste con ella y... he visto tus putos mensajes. No seas tan cabrón, ¿puedes? —le grité nerviosa.

Nacho me miró incrédulo.

—Alexia, no sé qué coño te ha dicho Gala, pero, sea lo que sea, no es cierto. No he estado con ella ni tengo intención de hacerlo.



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